sábado, 24 de enero de 2009

UN HÉROE URBANO. SOBRE UNA NOTICIA LEÍDA EN LOS PERIÓDICOS


Cuadro: Dali. Autosodomización por mi propia inspiración.

El frágil cuerpo de la joven muchacha
estaba perfumado y era blanco e inmóvil.
Estaba horrorizada y las lágrimas
se negaban a brotar de los párpados.
Su lengua paladeaba aún
la última gota de café, algo cotidiano
para borrar esa violencia, su rodilla
golpeada contra el suelo rezumaba
unas gotas de sangre y negro
e intentaba salvar ese abismo
con sus ojos, con todas sus pupilas.
El hombre había tirado de su bolso
con extrema violencia,
como quien arranca gemidos de una virgen
y la muchacha había sentido el suelo
en todo el cuerpo y después,
el hierro congelado de los raíles.
Un amor olvidado por su madre
renació en su tierno corazón
y casi inundó el pánico.

Jakim se había levantado esa mañana
lejos de su pais y le costó entender
qué era lo que pasaba.

Había soñado con su esposa de negros ojos
y piel tersa, más bella que la luna en primavera
y ahora no podía comprender su ausencia.

Recordó haber llegado un día hace tres meses,
pero esa noche, después de volver
a su país en sueños, era muy duro el despertar.

También a él lo congeló la escena,
cientos de observadores inmóviles
tejían una red de exclamaciones,
peo sólo Jakim se arrojó a aquel
pozo oscuro, porque para salvarla
no bastaban cien ojos, ni doscientas pupilas,
ni la red de las voces, ni las lágrimas,
ni el amor de una madre muerta.

El tren se acercaba con implacable paso
el silencio pintaba las paredes,
no había lugar siquiera para el llanto
y se habían detenido todos los corazones.

Jakim tomó en brazos a la muchacha,
que ascendía como por una escalinata
de aplausos, y la dejó en el suelo.
Por un momento, todos se habían
olvidado del tren, de su insistente
caminar, no oían el ruido de las ruedas
surcando los raíles, sólo vítores y palmas.
Jakim apoya las dos manos en el borde
y uno de sus pies para tomar impulso.

Pero ya llegó el tren,
ya se enredaron las ruedas en su ropa
y como un toro embravecido
que ha corneado al torero y ha olido su sangre,
lo arrastra golpeándole la cara contra el muro.
La esfera de su ojo derecho estalla,
se vacía, se pierde junto con trozos
de su piel y Jakim ya sólo
siente los golpes, no ve nada.
El tren ha huído y el héroe yace
ahora en el campo de batalla.
Le dieron una medalla,
le dieron un pequeño piso,
se olvidaron de darle un permiso de trabajo,
le cortaron el teléfono y la luz,
le detuvieron varias veces
por mendigar donde no correspondía
y la bella señorita de piel blanca
paladeaba como siempre su café.



Alejandra Menassa de Lucia

www.alejandramenassa.com

No hay comentarios: