martes, 27 de enero de 2009

FUNDAMENTOS DE UNA ESTÉTICA DE LA DESTRUCCIÓN 1. ALDO PELLEGRINI


Cuadro: El jardín de las delicias. El infierno. El Bosco.
Más profundas, más extensas que las de la construcción, son las leyes de la destrucción.
Pero destrucción y construcción son mecanismos asociados. Nada se puede construir sin una etapa previa de destrucción.
Una lenta y solapada corriente de destrucción circula por la naturaleza que nos rodea, y toda esta tarea de destrucción confluye en la construcción de la vida.
Y esa misma corriente de destrucción circula por el interior de la vida concediéndole a ésta su fuerza y su fragilidad, y esa magnífica calidad propia de lo efímero.
Todo cambio implica destrucción, y la naturaleza es esencialmente cambio. Este cambio se nos revela como tiempo. Así el tiempo resulta el gran destructor. A la materia que consideramos inmóvil la recorre una lenta ola de destrucción. El tiempo corroe la materia y en el transcurso de esa corrosión surge la belleza. La belleza es el rostro del tiempo, es la luz del cambio que nos hechiza. ¿En qué medida el arte antiguo nos seduce por el hecho de que conservamos de él sólo ruinas? La corrosión del tiempo ha agregado a las estatuas antiguas la imagen del gran cambio. Ellas nos atraen vestidas con la pátina deslumbradora del tiempo.
Y el tiempo se apodera de la obra de los hombres. Entonces actúa como destructor y juez a la par: destruye la obra de los mediocres así como los mediocres tienden a destruir la obra de los verdaderos creadores. El tiempo es el gran crítico: terrible e implacable, aniquila lo que no tiene valor y saca de la oscuridad lo que realmente vale.
Toda destrucción libera una enorme cantidad de energía. Es por este efecto dinámico, por esta acción impulsara, que la destrucción sienta las bases de toda futura creación.

2 comentarios:

Magdalena Salamanca dijo...

No se puede luchar contra el tiempo, así que mejor montarse a lomos de la lectura y dejarse escribir.
Un hermoso texto. Gracias

Alejandra Menassa dijo...

Gracias Magdalena. Me impresionó como condensaba en un texto poetico Lo perecedero, el texto de Freud, un texto que genera una nueva estética y donde la pulsión de muerte hace su entrada en la creación, el poeta lo refleja magistralmente. Como dijiste: el tiempo está presente