sábado, 31 de enero de 2009

POESÍA ERÓTICA. APAGADME.ALEJANDRA MENASSA


Cuadro: Éxtasis de Wladyslaw Podkowinskiy.
¡Apagadme, apagadme!,
o arderá la casa, la ciudad, el mundo.
¡Apagadme!.
La temperatura del desierto,
multiplicadla por la de los volcanes en erupción,
sumadle la del geiser,
elevadla a la suma de las fiebres del mundo,
restadle los glaciares y los hielos del polo,
y solo ahí entenderéis

la desesperación que me desborda.

El calor último, la última centella,
la tea ardiendo de mi alma,
el vapor cierto, el humo tras la máscara,
los soles inextinguibles de mi pecho...

Provocaré deshielos,
corrimientos de tierra,
grandes desprendimientos,
derretiré la nieve de los montes,
si no apagáis la llama de mi sexo.
Evitad la catástrofe:
está en peligro el viento.
Llamad a mi Vulcano,
amigo del infierno.
Sólo él sabe la Ley del martillo
golpeando sobre el hierro:
fuego que sólo perece en otro fuego.

Alejandra Menassa de Lucia. Del libro de Próxima Publicación Poemas Afrodisíacos

viernes, 30 de enero de 2009

FUNDAMENTOS PARA UNA ESTÉTICA DE LA DESTRUCCIÓN. 4 Y ÚLTIMO. ALDO PELLEGRINI


Cuadro: El Coloso. Francisco de Goya ( a pesar de las dudas)



Pero lo que realmente importa es cuando el artista pone en marcha su propia voluntad de destrucción. Y esta destrucción lleva la carga de múltiples contenidos. Destruir un objeto feo, monstruoso, sin sentido o falso, significa destruir una civilización carcomida y antihumana, o destruir una religión sin vitalidad y castradora, o una moral maniatada y angustiante, o prejuicios culturales petrificados. La destrucción pertenece para el artista al orden supremo de la libertad.
El impulso que mueve al hombre hacia la destrucción tiene un sentido y toca al artista revelar ese sentido. Cualquiera que sea la motivación del acto destructivo: el furor, el aburrimiento, la repugnancia por el objeto, la protesta, ese acto debe tener un sentido estético y ese sentido evita que la destrucción acto procreador se transforme en aniquilamiento. Destrucción y aniquilamiento desde el punto de vista del artista son términos antagónicos. La destrucción de un objeto no lo aniquila, nos enfrenta con una nueva realidad del objeto, la carga de un sentido que antes no tenía.
Toca al artista revelar la universalidad del proceso de destrucción, hacer que se le pierda miedo al término, depurarlo de contenidos impuros: el odio, el resentimiento, el egoísmo. La universalidad de la destrucción se revela en que dos objetos que entran en contacto inician inmediatamente un proceso de mutua destrucción, de ahí que el amor sea el fenómeno de destrucción más ardiente que acontezca en la relación de dos seres vivos.
Toca al artista revelar que la destrucción oculta un poderoso germen de belleza; así cuando se diga de una mujer, que es bella como la destrucción, se hace de ella el más alto de los elogios y se da a entender que no estamos frente a una belleza pasiva, sino frente a una belleza que tiene las cualidades del fuego y de la explosión.
La destrucción depurada por el artista, llevado éste de la mano por el guía acre, cáustico, irreverente del humor, nos revelará inéditos mecanismos de belleza, oponiendo así su destrucción estética a esa orgía de aniquilamiento en que está sumergido el mundo de hoy.

jueves, 29 de enero de 2009

FUNDAMENTOS PARA UNA ESTÉTICA DE LA DESTRUCCIÓN 3. ALDO PELLEGRINI


Cuadro: Galatea de las esferas. Dalí.
El impulso a la destrucción es innato en el hombre. En el niño observamos el instinto de destrucción en su elemental pureza; el niño destruye objetos para afirmarse a sí mismo o para llegar a conocerlos. ¡Oh, sabiduría destructora de los niños!, ellos quieren saber qué son en realidad las cosas. El hombre también destruye para conocer: el anatomista destruye un cuerpo humano para conocer su estructura, el científico destruye la materia para conocer su composición.
Pero es al artista a quien corresponde descubrir el verdadero sentido de la destrucción. Y este sentido está en el fermento creador que contiene todo acto de destrucción. Ya es tiempo de que el artista dé las verdaderas normas de la destrucción, puesto que el acto de destruir es inseparable del hombre. Cuando la destrucción es voluntaria y desinteresada cumple primordialmente una función estética. La destrucción del artista no es el acto brutal y sin sentido que determina el odio, es un acto que tiene sentido, y este sentido lleva la marca indeleble del humor. El humor, fenómeno destructor de la más alta jerarquía, ataca lo estúpido, lo rutinario, lo pretencioso, lo falso. El humor, poder dinámico que mueve la actividad destructora del artista, y a la que presta, junto a su peculiar contenido estético, un contenido profundamente ético.
La misión del artista es, por un lado, revelar la belleza que existe en las obras de destrucción que se producen por azar o por la acción del tiempo. El tiempo, ese gran artífice que utiliza los mecanismos de corrosión, desintegración, incrustación, que se vale de los medios más sutiles de la química y de la física y de los poderosos instrumentos que le ofrece el viento, el agua, el fuego, y la sutilísima vida microscópica que lo envuelve todo. Ante ese artífice impar de recursos infinitos el artista se inclina. Al señalar la belleza de un objeto que ha sufrido la acción del tiempo, el artista desarrolla un verdadero acto de creación, pues crear es hacer que una materia inerte adquiera sentido y vida para el hombre.

miércoles, 28 de enero de 2009

FUNDAMENTOS DE UNA ESTÉTICA DE LA DESTRUCCIÓN. 2 ALDO PELLEGRINI


Cain y Abel — attributed a Vouet y Pietro Novelli


Los objetos se rompen o destruyen siguiendo leyes internas de la materia que los compone: su destrucción revela el secreto de su estructura esencial. Al actuar sobre las cosas el hombre utiliza un material prefabricado, y al destruir, se subordina a las leyes secretas de ese material. En el objeto que se destruye se libera su virtualidad material. Por eso todo acto de destrucción tiene el sentido de un atentado al pudor en cuanto nos ofrece la desnudez total de la materia.
En la destrucción manejada por el hombre aparecen dos elementos que la naturaleza ignora: la destrucción sin sentido, o sea, destruir por destruir, y la destrucción por el odio.
El odio, sentimiento novísimo y especifico del hombre, mediante el cual él se opone no sólo a la naturaleza exterior sino a su propia naturaleza.
En su afán de destrucción el hombre se convierte en una verdadera enfermedad de la materia; hoy el hombre es para el mundo una fuerza de destrucción más poderosa que todas las fuerzas naturales.
Posee el hombre una verdadera locura de destrucción, aunque aparentemente la idea de destruir es tabú para el común de la gente; y lo es porque siendo el hombre materia destruible, la idea de la propia destrucción condiciona una sensación de horror en torno a la palabra.
Ha llegado el momento de que se signifique el concepto de destrucción, y dignificarlo significa volver, en primer término, a la enseñanza de la naturaleza misma. Destrucción y construcción constituyen para ella dos fases del mismo proceso. Y en efecto, para el hombre, crear es en definitiva transformar, es decir destruir algo para hacer con ese algo una cosa nueva.

martes, 27 de enero de 2009

FUNDAMENTOS DE UNA ESTÉTICA DE LA DESTRUCCIÓN 1. ALDO PELLEGRINI


Cuadro: El jardín de las delicias. El infierno. El Bosco.
Más profundas, más extensas que las de la construcción, son las leyes de la destrucción.
Pero destrucción y construcción son mecanismos asociados. Nada se puede construir sin una etapa previa de destrucción.
Una lenta y solapada corriente de destrucción circula por la naturaleza que nos rodea, y toda esta tarea de destrucción confluye en la construcción de la vida.
Y esa misma corriente de destrucción circula por el interior de la vida concediéndole a ésta su fuerza y su fragilidad, y esa magnífica calidad propia de lo efímero.
Todo cambio implica destrucción, y la naturaleza es esencialmente cambio. Este cambio se nos revela como tiempo. Así el tiempo resulta el gran destructor. A la materia que consideramos inmóvil la recorre una lenta ola de destrucción. El tiempo corroe la materia y en el transcurso de esa corrosión surge la belleza. La belleza es el rostro del tiempo, es la luz del cambio que nos hechiza. ¿En qué medida el arte antiguo nos seduce por el hecho de que conservamos de él sólo ruinas? La corrosión del tiempo ha agregado a las estatuas antiguas la imagen del gran cambio. Ellas nos atraen vestidas con la pátina deslumbradora del tiempo.
Y el tiempo se apodera de la obra de los hombres. Entonces actúa como destructor y juez a la par: destruye la obra de los mediocres así como los mediocres tienden a destruir la obra de los verdaderos creadores. El tiempo es el gran crítico: terrible e implacable, aniquila lo que no tiene valor y saca de la oscuridad lo que realmente vale.
Toda destrucción libera una enorme cantidad de energía. Es por este efecto dinámico, por esta acción impulsara, que la destrucción sienta las bases de toda futura creación.

domingo, 25 de enero de 2009

SE LLAMA POESÍA TODO AQUELLO QUE CIERRA LA PUERTA A LOS IMBÉCILES. ALDO PELLEGRINI

Cuadro: Soledades, de Miguel Menassa.
La poesía tiene una puerta herméticamente cerrada para los imbéciles, abierta de par en par para los inocentes. No es una puerta cerrada con llave o con cerrojo, pero su estructura es tal que, por más esfuerzos que hagan los imbéciles, no pueden abrirla, mientras cede a la sola presencia de los inocentes. Nada hay más opuesto a la imbecilidad que la inocencia. La característica del imbécil es su aspiración sistemática a cierto orden de poder. El inocente, en cambio, se niega a ejercer el poder porque los tiene todos.
Por supuesto, es el pueblo el poseedor potencial de la suprema aptitud poética: la inocencia. Y el pueblo aquellos que sienten la coerción del poder como un dolor. El inocente, conscientemente o no, se mueve en un mundo de valores (el amor, en primer término), el imbécil se mueve en un mundo en el cual el único valor está dado por el ejercicio del poder.
Los imbéciles buscan el poder en cualquier forma de autoridad: el dinero en primer término, y toda la estructura del estado, desde el poder de los gobernantes hasta el microscópico, pero corrosivo y siniestro poder de los burócratas, desde el poder de la iglesia hasta el poder del periodismo, desde el poder de los banqueros hasta el poder que dan las leyes. Toda esa suma de poder está organizada contra la poesía.
Como la poesía significa libertad, significa afirmación del hombre auténtico, del hombre que intenta realizarse, indudablemente tiene cierto prestigio ante los imbéciles. En ese mundo falsificado y artificial que ellos construyen, los imbéciles necesitan artículos de lujo: cortinados, bibelots, joyería, y algo así como la poesía. En esa poesía que ellos usan, la palabra y la imagen se convierten en elementos decorativos, y de ese modo se destruye su poder de incandescencia. Así se crea la llamada «poesía oficial», poesía de lentejuelas, poesía que suena a hueco.
La poesía no es más que esa violenta necesidad de afirmar su ser que impulsa al hombre. Se opone a la voluntad de no ser que guía a las multitudes domesticadas, y se opone a la voluntad de ser en los otros que se manifiesta en quienes ejercen el poder.
Los imbéciles viven en un mundo artificial y falso: basados en el poder que se puede ejercer sobre otros, niegan la rotunda realidad de lo humano, a la que sustituyen por esquemas huecos.
El mundo del poder es un mundo vacío de sentido, fuera de la realidad. La poesía es una mística de la realidad. El poeta busca en la palabra no un modo de expresarse sino un modo de participar en la realidad misma. Recurre a la palabra, pero busca en ella su valor originario, la magia del momento de la creación del verbo, momento en que no era un signo, sino parte de la realidad misma. El poeta mediante el verbo no expresa la realidad, sino que participa de ella.
La puerta de la poesía no tiene llave ni cerrojo: se defiende por su calidad de incandescencia. Sólo los inocentes, que tienen que tienen el hábito del fuego purificador, que tienen dedos ardientes, pueden abrir esa puerta y por ella penetran en la realidad.
La poesía pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles.

REVISTAS VIRTUALES. EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Y LAS 2001 NOCHES. ¡HEMOS LLEGADO AL NÚMERO 100!

Las revistas Las 2001 Noches (revista de poesía) y Extensión Universitaria (revista de psicoanálisis), de difusión gratuita impresa hasta ahora, cumplen su número 100. Les informamos que a partir de este momento pasan a ser revistas virtuales, las podrán ver en Internet en las siguientes direcciones.

http://www.las2001noches.com/n100/inicio.htm




http://www.extensionuniversitaria.com/



sábado, 24 de enero de 2009

UN HÉROE URBANO. SOBRE UNA NOTICIA LEÍDA EN LOS PERIÓDICOS


Cuadro: Dali. Autosodomización por mi propia inspiración.

El frágil cuerpo de la joven muchacha
estaba perfumado y era blanco e inmóvil.
Estaba horrorizada y las lágrimas
se negaban a brotar de los párpados.
Su lengua paladeaba aún
la última gota de café, algo cotidiano
para borrar esa violencia, su rodilla
golpeada contra el suelo rezumaba
unas gotas de sangre y negro
e intentaba salvar ese abismo
con sus ojos, con todas sus pupilas.
El hombre había tirado de su bolso
con extrema violencia,
como quien arranca gemidos de una virgen
y la muchacha había sentido el suelo
en todo el cuerpo y después,
el hierro congelado de los raíles.
Un amor olvidado por su madre
renació en su tierno corazón
y casi inundó el pánico.

Jakim se había levantado esa mañana
lejos de su pais y le costó entender
qué era lo que pasaba.

Había soñado con su esposa de negros ojos
y piel tersa, más bella que la luna en primavera
y ahora no podía comprender su ausencia.

Recordó haber llegado un día hace tres meses,
pero esa noche, después de volver
a su país en sueños, era muy duro el despertar.

También a él lo congeló la escena,
cientos de observadores inmóviles
tejían una red de exclamaciones,
peo sólo Jakim se arrojó a aquel
pozo oscuro, porque para salvarla
no bastaban cien ojos, ni doscientas pupilas,
ni la red de las voces, ni las lágrimas,
ni el amor de una madre muerta.

El tren se acercaba con implacable paso
el silencio pintaba las paredes,
no había lugar siquiera para el llanto
y se habían detenido todos los corazones.

Jakim tomó en brazos a la muchacha,
que ascendía como por una escalinata
de aplausos, y la dejó en el suelo.
Por un momento, todos se habían
olvidado del tren, de su insistente
caminar, no oían el ruido de las ruedas
surcando los raíles, sólo vítores y palmas.
Jakim apoya las dos manos en el borde
y uno de sus pies para tomar impulso.

Pero ya llegó el tren,
ya se enredaron las ruedas en su ropa
y como un toro embravecido
que ha corneado al torero y ha olido su sangre,
lo arrastra golpeándole la cara contra el muro.
La esfera de su ojo derecho estalla,
se vacía, se pierde junto con trozos
de su piel y Jakim ya sólo
siente los golpes, no ve nada.
El tren ha huído y el héroe yace
ahora en el campo de batalla.
Le dieron una medalla,
le dieron un pequeño piso,
se olvidaron de darle un permiso de trabajo,
le cortaron el teléfono y la luz,
le detuvieron varias veces
por mendigar donde no correspondía
y la bella señorita de piel blanca
paladeaba como siempre su café.



Alejandra Menassa de Lucia

www.alejandramenassa.com

viernes, 23 de enero de 2009

POESÍA. MIS LLANTOS DE MIGUEL MENASSA, RECITADO POR EL AUTOR





He roto tantas brisas con mi llanto,
he llorado romper hasta el mañana
y rompiendo la mar lloré bravío
y el mundo conquisté con este llanto.

Llanto de amor, llanto de furia, tonto llanto.
Clavado en el dolor ajeno lloré de espanto.
Abierto a mi dolor, vidrios lloraba.
Te amaba tanto, tanto, que hasta de amor lloré.

Y luego las vendimias, el vino turbio,
la lágrima rubí, diamante enamorado,
tu cuerpo como caído pero volando.

Cada llanto me recuerda un amor,
todos los llantos sólo uno, llorando.

Arranco de mis ojos las últimas perlas
y me las como para seguir llorando.

Llorando como un buey, vaca, ternera degollada.

Aljibe desterrado del agua,
lloro estos hierros viejos, óxidos lloro,
lágrimas quejumbrosas rotas por el amor,
como salidas de un bandoneón herido.

Bella lágrima oculta me la guardo,
por si algún día alguien la necesita,
entonces, aunque la ame, lloraré esa lágrima.
Y esa otra lágrima desnuda
que no desea abandonarnos
para ser llorada una vez más.

Amor de lágrimas, llantos de océanos,
cataratas de perlas desaparecidas,
majestuoso río cayéndose en mis ojos.

Lágrimas del alcohol, vinagre, envenenadas,
lágrimas del odio hasta el asesinato,
húmeda mortaja de cal ardiente,
ojos desorbitados por la sorpresa
de verse ardiendo, vivos, en la cal.

Era una lágrima fuerte la que lloraba,
lágrimas de una guerra, una muerte violenta,
lágrimas trágicas del exilio.
Hijo, Padre, Madre, todo el mundo llorando.
Había en ese instante lágrimas a montones.

A veces, para recordar haber sufrido tanto,
llorábamos y llorábamos, mas sin motivos.
Era un llorar abierto, tenía ritmo, música.

Cuando llorábamos por nada,
cada lágrima tenía compasión de sí misma,
al caer lo hacían con delicadeza, con elegancia.
Nunca terminaban de caer
y era hermoso verlas danzar de amor,
cayendo sin caer, suave danza del sexo.

Vinos oscuros, licores aromáticos,
mares embalsamados en los ojos,
maremotos retenidos en la mirada.

Vengo desde el centro mismo del agua,
a llorar un dolor tan grande como el mundo.

Hay cosas que no dejan esperanzas,
son cosas como hielos frente al sol.
Como querer encontrar en un mar lejano,
traído por las olas,
aquel beso, de aquel amor perdido,
donde aún no habíamos aprendido a llorar.

Hoy lloraré las cosas no lloradas.
Una amor, una muerte, aquella embriaguez.
Músicas del dolor, llantos amados,
tiernas agüitas de la infancia,
lago escondido entre los árboles,
donde los enamorados se ahogan de llorar.

Lágrimas como piedras despeñadas,
montaña caída sobre la belleza,
seda perforada por las balas del tiempo,
tapándome los ojos, ya cerrados para dormir.

Una pequeña lágrima atraviesa el porvenir,
arranca un ojo de la noche
y lo aprieta con fuerza contra su corazón
y la noche comienza a llorar,
lágrimas de un continente perdido.
Llanto o mujer.
Laberinto, agua sin retorno,
perdida luz,
hambre sin saciar, abierta.

Lloro este verso ahora
porque termina el canto.
Agua de mí, por mí, para mis cosas.
Ese dolor de mí, del universo en mí.
Llanto llorado escribo en el poema
por una muerte en mí, que se repite.

Miguel Menassa

jueves, 22 de enero de 2009

POESÍA. EL TESTAMENTO. ALEJANDRA MENASSA





No quisiera estar triste, justo hoy,
que vienes a buscarme,
me he adornado con los versos más
bellos.

Ayer leí toda la noche a Rimbaud:
Una temporada en el infierno,
¿te ríes?. No es gracioso,
ningún mérito tengo para acabar
con mis huesos en el cielo,
se me olvidó el padre nuestro
apenas salía de la edad de la pena.

Es una rara sensación saber
que hoy es el último día de mi vida,
no habrá otro miércoles para mí.

Mis ojos se acostumbrarán
al acolchado azul, a la madera
y al pequeño cristal por dónde
asoman curiosos los gusanos
y dibujan mi nombre con su estela
caliente de miseria y de baba

¿Se acostumbran también
los oídos al silencio?.
Qué soledad poblada,
qué tristes los lamentos
cuando no tienen voz.

Pero yo me he pintado los labios
con el carmín de los asesinatos,
estoy ebria de ti , mi príncipe certero.
Porque yo sé que tienes muslos de Atlas,
y un pecho varonil donde apoyar
cansina mi cabeza, tan llena de palomas.

Porque yo sé que hoy vas a besar
mi boca con tus labios de cieno,
y no me engaña tu nombre de mujer.

Podéis hacer conmigo lo que os plazca:
regar las magnolias de mi corazón,
donar mis órganos al Museo
de Ciencias Naturales,
rezarme en francés o en arameo.

Pero os juro, que me levantaré
furiosa como un león herido
de mi tumba y que os maldeciré
en todos los idiomas,
si no escribís en mi epitafio un poema:

Se llamaba Alejandra,
murió a la edad de 154 años
y tenía en los ojos una nostalgia honda,
y en los labios más versos que las
hojas del árbol que la guarda.

O quizás : aquí yace un poeta,
poco importa su nombre,
el que quiera saber,
¡que vaya y lea!.

No quiero flotadores en mi nicho ,
quizá un parasubidas ,
como el de Altazor poeta.
Los versos no pierden
nunca las alas ni el deseo de volar.

Ah,¡ tomad el oro!, de nada ha de servirme
cuando mi carne reblandecida
ceda al beso de la larva
deshaciéndose en nauseabundos néctares ,

Y dejadme unas flores,
orquídeas si es posible
sobre la oscura piedra,
que se vayan secando
al ritmo de mis músculos.

Primero el pétalo perderá
su blancura,
y mi piel se hará lechosa,
se desprenderá al menor roce.
Amarillearán los bordes de la flor,
y mi grasa se habrá licuado
cual inútil brebaje, también amarillento.
Perderá toda el agua el órgano del árbol
y un festín con mi hígado
se darán los gusanos.

El tallo cederá más tarde su frescura,
pero mis huesos son como mármol
de Grecia, y os será más difícil acabarlos.

Es tan aburrido morirse sola, sola,
un ataúd biplaza sería lo mejor.
Firmo este testamento
con tinta de mi sangre.
Y mirándome al espejo
retiro con el mismo pañuelo
de las lágrimas el carmín
de mis labios y no te espero más,
El hombre es ese ser que se equivoca
hasta en la fecha oscura de su muerte...



POESÍA. PEDRO ROJAS. VALLEJO


Cuadro: Juego lúgubre, de Dali.


Solía escribir con su dedo grande en el aire:
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas»,
de Miranda de Ebro, padre y hombre,
marido y hombre, ferroviario y hombre,
padre y más hombre, Pedro y sus dos muertes.

Papel de viento, lo han matado: ¡pasa!
Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa!
¡Abisa a todos compañeros pronto!

Palo en el que han colgado su madero,
lo han matado;
¡lo han matado al pie de su dedo grande!
¡Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas!

¡Viban los compañeros
a la cabecera de su aire escrito!
¡Viban con esta b del buitre en las entrañas
de Pedro
y de Rojas, del héroe y del mártir!

Registrándole, muerto, sorprendiéronle
en su cuerpo un gran cuerpo, para
el alma del mundo,
y en la chaqueta una cuchara muerta. .

Pedro también solía comer
entre las criaturas de su carne, asear, pintar
la mesa y vivir dulcemente
en representación de todo el mundo.
Y esta cuchara anduvo en su chaqueta,
despierto o bien cuando dormía, siempre,
cuchara muerta viva, ella y sus símbolos.
¡Abisa a todos compañeros pronto!
¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara para siempre!
Lo han matado, obligándole a morir
a Pedro, a Rojas, al obrero, al hombre, a aquél
que nació muy niñín, mirando al cielo,
y que luego creció, se puso rojo
y luchó con sus células, sus nos,

sus todavías, sus hambres, sus pedazos.

Lo han matado suavemente
entre el cabello de su mujer, la Juana Vásquez,
a la hora del fuego, al año del balazo
y cuando andaba cerca ya de todo.

Pedro Rojas, así, después de muerto,
se levantó, besó su catafalco ensangrentado,
lloró por España .
y volvió a escribir con el dedo en el aire:
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas».
Su cadáver estaba lleno de mundo.

miércoles, 21 de enero de 2009

POESÍA, LOS NUEVE MONSTRUOS, CÉSAR VALLEJO. recita Alejandra Menassa


Cuadro de Salvador Dalí. Melancolía

Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.
Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tanto cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto
!Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,la lagartija, en su cajón, dolor.
Crece la desdicha, hermanos hombres,
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rosseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.
El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás, de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar...
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más).
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardio!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tanto cajón,
tanto minuto, tanta
lagartija y tanta
inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?
¡Ah! desgraciadamente,
hombre humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.



martes, 20 de enero de 2009

POESÍA. DESDE LOS CUATRO PUNTOS CARDINALES. ROSALÍA DE CASTRO. RECITA CURZ GONZÁLEZ




Desde los cuatro puntos cardinales
de nuestro buen planeta
-joven, pese a sus múltiples arrugas-,
miles de inteligencias
poderosas y activas,
para ensanchar los campos de la ciencia,
tan vastos ya que la razón se pierde
en sus frondas inmensas,
acuden a la cita que el Progreso
les da desde su templo de cien puertas.
Obreros incansables, ¡yo os saludo!
llena de asombro y de respeto llena,
viendo como la Fe que siguió un día
hacia el desierto al santo anacoreta,
hoy con la misma venda transparente
hasta el umbral de lo imposible os lleva.
¡Esperad y creed!, crea el que cree,
y ama con doble ardor aquel que espera.
Pero yo en el rincón más escondido
y también más hermoso de la tierra,
sin esperar a Ulises
(que el nuestro ha naufragado en la tormenta),
semejante a Penélope
tejo y destejo sin cesar mi tela,
pensando que ésta es del destino humano
la incansable tarea,
y que ahora subiendo, ahora bajando,
unas veces con luz, otras a ciegas,
cumplimos nuestros días y llegamos
más tarde o más temprano a la ribera.

lunes, 19 de enero de 2009

POESÍA. PEQUEÑA BIOGRAFÍA DE UN HOMBRE CONTEMPORÁNEO.GERMÁN PARDO GARCÍA


Cuadro: Dalí

Entre dos guerras deflagró mi vida.
Entre dos apogeos del estrago.

Dos guerras grandes cual el mundo mismo.
Antes de la primera yo fui blanco.

Después de la segunda ya tenía
el color de la pólvora tatuado.

Antes de la primera iba desnudo,
animal inocente por los llanos

frumentales. Después de la segunda,
cota de malla y corazón blindado.

Olía el musgo a semen de leones.
Los arroyos a orines de caballo.

Antes de la primera no tenía
temor del fuego, del rescoldo humano.

Durante la segunda, intensamente
los tuétanos salidos me quemaron.

Pude sobrevivir arrebatándole
a un muerto su rincón. Y así, empujándolo

como a un costal de carcomidos huesos,
lo eché del foso y me escondí en su cárcamo.

Después clamaban a millar de voces
que yo era un resurrecto. Y me apedrearon.

Antes de la primera, humildemente
como se brinda un pan daba la mano.

Después de la segunda la escondía.
Antes de la primera, noble el paso.

El de un hombre sencillo que confiara.
Después de la segunda, brinco largo

de tigre hambriento. Vida bifurcada.
Ni siquiera me duele recordarlo.

Carezco de dolor. No tuve triunfos
ni dignidad y soy uno de tantos


delincuentes que nombran las noticias
cotidianas. Un nadie. Un ser castrado.

Lo demás que pudiera referiros es aún
más torpe, sórdido y extraño

intimidad inverecunda y podre,
mi rostro no es auténtico,

es el falso que todos ya tenemos,
y conmigo porto un papel,

en uno de sus ángulos,
mi única dirección, no es verdadera,

teléfono ficticio y un retrato
lleno de arrugas, máscara de un hombre

deliberadamente equivocado,
alma y figura, nombre y domicilio,

todo simulación, todo bastardo,
lo que sé y lo que ignoro,

y lo que nunca podré saber
el sueño y lo insoñado,

la inmunda cabellera hasta la espalda
un infeliz andrógino barbado,

más podrían valerme estas señales
si algún día vulgar, un día amargo,

sin fecha, como hay muchos en la vida.
Sin prodigalidad, un día avaro,


yo me muero en la calle, como muere,
bajo la oscuridad, un perro anciano.

domingo, 18 de enero de 2009

POESÍA. GERMÁN PARDO GARCÍA.TEORÍA DE LA NOCHE AMERICANA




Antes que la gran tarde continental se llene de sombras,
cual una patria aérea invadida por oscuras águilas,
concentraré mi cuerpo cerca de estos valles
que dibujan sobre los meridianos de la tierra
la historia remotísima de la sangre aborigen
y los relatos del hombre habitador de hidrópicos mundos.

Haré que las hondas selvas próximas a escuchar pregones [lejanos
de quenas, cornamusas y roncos teponaztlis,
me entreguen su conmoción ante el silencio
que baja de los Andes como jaguar a las cuevas
donde arañas deformes trabajan para la muerte,
como trabajan también hormiga y chucua para la muerte, mientras la constructora mecánica del suelo
fermenta el hervor caótica de gérmenes que viven
mezclándose con la pudrición debajo de las ciénagas.

Como un emperador indio
envuelto en su soberbia casta legítima;
de pie sobre las rocas sagradas y los ojos
fijos en los holocaustos del sol en su poniente,
así en rojo tezontle cimentaré mi sueño;
en lo más mexicano de un peñón borrascoso,
donde mis sienes puedan sentir los tránsitos del aire
y comprender mi espíritu la fuerza de unos pueblos
que amaron como yo estas mismas cordilleras de América;

aquí se arrodillaron,
aquí se engradecieron
y aquí como profetas agrícolas hablaron
de las cosas nutricias; de los bosques sedientos;
del alcance horizontal de las raices
y la fidelidad del hombre a las montañas.
Me tenderé a la orilla de un lago migratorio
para que así, muy junto de su fluvial deslave,
pueda tocar con más justicia el polvo de las vértebras;
la virtud labrantía de los dedos
y el estrago ya disperso de las rótulas,
caídas en la arena y calcinadas
por furias que chocaron contra el moreno Continente,
hasta desquiciar columnas monolíticas
y fundir aquellas láminas de oro.
que brillaron en los dintel de las casas
llamándolas de las más humildes músicas
cuando el viento les hería sus biseles,
como si fueran de carrizo silbador
o de atributos del maíz.

Me tenderé a la orilla de un lago porque América,
desde el Yukón a la Patagonia,
salió del agua en el principio de los tiempos
como una balsa llena
de plátanos y piñas;
balsámicas maderas;
azules mariposas;
venenos y volcanes;
defensa pectoral hecha de pieles
de caimán aletargado en la manigua,
y plumas de quetzal
escondido cual una móvil esmeralda
bajo las selvas del Petén.

Así América lacustre, bestial y cataclísmica;
recuérdalo figuras de batracios que los indios
esculpieron suplicantes en las rocas,
para pedir que se alejaran
los líquidos poderes invasores.
El agua retirándose dejó sus venas repartidas
en las vertientes amazónicas;
sus ojos en los lagos de la dulce Guatemala
y su cabellera al pie del Iguazú.

El agua fue para América origen tempestuoso de su vida.
Por eso cuando pronuncio estas palabras
con algo de su espíritu y su sangre,
idólatra y pagano confieso
la primitiva pasión que me subyuga,
y digo una plegaria que comienza
signándome la carne con luceros arborescentes,
en el nombre de la Tierra y del Espacio;
de la caoba que contiene vigas y sepulcros;
de los vestigios caminantes de la raza
y del sol que todavía nos gobierna en las alturas.
Una plegaria que principia proclamando
mi culto a las tinieblas de la noche,
y concluye con actos de fe sin esperanza
en la amargura original de América.
y ante las sordas cumbres del Chimborazo clama.
Así creo en mi país meciéndose con ruidos de selva
[irremediable
desde el Darién al Putumayo.
Así mi nación de ríos que ningún mar resume.
Así Colombia acuática y agobiadoramente vegetal.

Me tenderé cerca de silencioso río a esperar la noche
que invade con su espuma de inorgánicos ébanos,
las subterráneas formaciones de carbón.
Me tenderé a esperar la noche
Como antes al regresar de sus asaltos
a los cobrizos peces y las leonadas fieras,
los rápidos arqueros cazadores.
Me tenderé a esperar la sombra cerca de silencioso río,
porque agua, oscuridad y hermetismo selvático
son la terrible clave hereditaria
del hombre de América.
Tres buitres anclados en escuetos farallones.
Tres Orinocos desaguando siempre en nuestra sangre.
Tres murallas mortuorias oprimiendo
los pantanos donde suplica el «diostedé».

Únicamente los que nacimos en América
comprendemos la enormidad del telúrico luto.
Decid a un americano auténtico la palabra «penumbra»,
y agitará los brazos
como un ofidio constrictor.
Es su nocturno instinto, su inclinación de selva
buscando sus orígenes.

Decílde "agua" y entonces descrubriréis lagunas
en sus ojos manchados de crepúsculos.

Sin embargo decidle "silencio" y en sus manos
florecerán manojos de catleyas.
La flor americana del silencio que nunca
se interrumpe. La flor más desértica y libre.
Se alimenta de brisas y silencios y músicas
inaudibles. A veces palidece y suspira.
Se sostiene en la danza. Se ilumina con los éxtasis.
Nace sobre una vara de silencio y olvido
y en olvido y silencio multiplícase y muere.
Otros días quisiera volar como un espíritu
y alejarse entre luces amarillas y lágrimas.

Abandonaré ciudades donde se cumple mi destierro
de todo cuanto es orgánico energía.
Allá dejé raíces como brazos que abren túneles
por donde pasan atropellándose en su arterial carrera,
los verdes glóbulos del fondo.
Dejé calor sacando a cada instante vidas trágicas
del territorio fétido que pudre.
Dejé vigor, crueldad en las batallas animales
y un odio de tinieblas contra hombres y criaturas.

Yo llamo a la noche americana: ¡madre!,
y ella me grita desde sus cóncavas regiones: ¡hijo!
No conocí a mi madre. Murió cuando mis ojos
ignoraban las transformaciones de la luz.
No conservo su memoria o si la guardo
es como río doloroso fluyendo entre lo oscuro.
La noche protegió mi formidable desamparo.
Crecí como algo suyo; como se desarrolla el trueno
en sus velocidades enemigas.
Hay un rencor en mí contra la claridad y la esperanza
y una insubordinación irredimible.
Llamadme por el nombre de una bestia nocturna
y acudiré,
porque mi confusión es parte de la noche
y mi angustia un zarpazo de su abismo.

Abandonaré metrópolis de cal donde se cumple mi destierro. Allá me aguardan vegetaciones oscurísimas
y toros con tormentas en los cuernos;
obsidiana en los ojos y pezuñas,
y cuerpo de canela que se vuelve
misterioso en las cúspides sin astros.
Así América implacable en su hermosura;
vital bajo sus légamos caribes
y pobre entre sus ídolos de oro.

He de volver a sus desiertos a engrandecer mi espíritu.
Su sombra es luz de mis poderes veteranos.

Su pan el hambre de mi boca.
Su tempestad mi sosiego.
Su pudrición el más salvaje de mis gozos.
Yo soy el compañero de sus tribus que caminan
sobre savias vigorosas preguntando
por el instante mismo de la muerte.
Abandonaré ciudades, olvidaré metrópolis
y volveré a tenderme a la orilla de un río silencioso;
uno de esos turbios ríos de nombres musicales: Inírida,
[Vaupés,
a esperar como las serpientes el amparo de la noche de
[América.

viernes, 16 de enero de 2009

LA PATRIA DEL POETA. MIGUEL MENASSA

I

Voluptuosa semilla, aquí me planto
y creceré y, aquí, echaré raíces
y tendré brotes que, a su vez,
tendrán otros brotes.
Decreto a la reseca meseta castellana,
la patria del poeta.
Arrancaré perfumes de tus rocas,
como de flores de la estación del sur,
y alguien dirá:
antes de los colores del poeta,
vos,
eras gris.
Y yo recordaré:
haberte pintado los labios con mi nombre.
Sobre el verde aroma del limón,
-caballo de los astros-.
Indio de luz,
cobre rasgado por el oxígeno vital,
mi poesía,
pulmón del universo.
Líquenes cenagosos
y alforjas repletas de manzanas,
detenidas en el tiempo del frescor.
Inmensidad,
verde infinito,
sesgo del sol,
entre las cejas del profundo mar,
atlántico silvestre.
No veis que soy el que os saluda,
desde más allá de las más altas cumbres,
más allá de los oscuros cielos de Dios;
desde la profunda galaxia de lo verde.
Meteórica expansión del arco iris,
soy un color que ya no tiene,
el blanco,
de la pequeña pureza inmaculada,
ni el manto negro de la muerte,
desolada,
ni los ojos sangrantes del rubí.
Soy del celeste cosmos y del sol,
la conjunción marítima y alada.
Mi voz,
es el rasguido de la guitarra astral.
Mi canto,
es el sonido gutural del tiempo.
Canto y estallo cada vez,
y cada vez,
me desintegro.
Pierdo mi ser entre fragmentos
y en ese vacío de nada y de color,
porque ya no seré,
recorro los espacios infinitos,
montado en verde luz,
pradera de los cielos
Pampa,
tendida en las alturas.



jueves, 15 de enero de 2009

POESÍA. LA MUERTE DEL HOMBRE. MIGUEL MENASSA


Cuadro: Dali. Niño observando el nacimineto del nuevo hombre
31 de Diciembre de 1976

Es otra vez de noche

y en general

la casa duerme.
Una voz en la radio

dice últimas palabras.

Me entretengo con el humo

y me ocurren mil fantasías

y ninguna tiene que ver

con recostarme

tranquilamente en la camay dormir.
Entre tantos papeles

terminaré siendo un escritor

y fijo mi mirada en la lejanía

y dejo que la historia del hombre

irrumpa

con la violencia de su sino

mi noche.
Enciendo cigarrillos a mansalva

uno detrás de otro como si fueran

centelleantes granadas contra los opresores.
Desde hace millones de años

el hombre vive de rodillas.
Las granadas estallan en mi rostro.
Primitivas presencias

pueblan mi noche de salvajes ritos.
Ceremonias donde la muerte

siempre es una canción

sublime y misteriosa.

Bestias indomables

semejantes al hombre

por la torpeza

de sus movimientos

danzan a mi alrededor

iracundos

silvestres.
En un mal castellano me dicen que su jefe

quiere charlar conmigo.
Sentado en mi cama escribiendo

pido que dejen de rugir tambores

que cese la danza

que me dejen escribir este poema.
El hombre tiene hambre y sed desde milenios.
Somos ese hombre hambriento y sediento poeta

cantad con nosotros:Venimos de la Mesopotamia

y del Caribey buscando la perfección hemos llegado

hasta los mundos que se esconden

por encima del cielo

y no hemos encontrado nada.
Siempre hay un hombre que tiene hambre.

Siempre hay un hombre que se muere de sed.
Aquí mismo poeta

en tu casa

anidan el opresor y el oprimtdo.
Sentado sobre mi cama escribiendo les digo a los salvajes

que ya es noche tarde

que por favor dejen de danzar

que necesito

hundirme entre las letras

mi hambre

mi única sed.
Dejaron de danzar

y el que se destacaba

por su tremenda humanidad

me fulminó con su mirada.
¿Quién es más cruel?

Poeta

¿Quién más salvaje?

El que muere peleando

por un trozo de pan

o el que no muere nunca.

Quién producirá el exterminio

poeta. Mis armas o tus versos.
Y ahora poeta deja la pluma

echa a andar y piensa.
Sentado sobre mi cama

escribiendole digo al salvaje

que no quiero irme de mi pieza

y que siempre supe que pensar

no era necesario y que deseo

es la última vez que se lo digo

seguir escribiendo este poema.
Antes de continuar me detengo

en la inteligencia del salvaje:

habla bien y mientras habla

deja escapar entre las palabras

el aliento

para que todo suene vital desgarrador.
Yo soy el hombre

grita la bestia encadenada

y tú poeta ¿eres el hombre?

Escribir para quién

dónde los amigos

y dónde los enemigos.
Dime poeta

¿tu canto

necesita del futuro

para ser?

Ese poema que escribes

contra todo

a quién le servirá.
A ver poeta un verso

que me diga ahora mismo

¿qué es el hombre?
Sentado sobre mi cama escribiendo

me doy cuenta

que la inteligencia del salvaje terminará quemando

todos mis papeles escritos

en esa hoguera

que fueron construyendo

a mi alrededor

sus palabras.
Dejo de escribirlo miro fijamente a los ojos

y murmuro sus propias palabras

en un solo verso un hombre

en un solo verso un hombre

y me decido a escribir ese verso.
Sostengo con mi miradala mirada del salvaje

y con rápidos movimientos

tomo la ametralladora

y disparo varias ráfagas

sobre el cuerpo del salvaje

que con los ojos desorbitados

por el asombro

cae

para morir y desaparecer.
Sentado sobre mi cama escribo

ahora con la seguridad

de quien ha llegado a la cima:
Un poeta asesinó su hombre

para escribir este poemay eso

es un hombre.

miércoles, 14 de enero de 2009

LLANTO DEL FIN DEL MUNDO, O CONVERSACIÓN ENTRE EL MUNDO Y LA MUERTE



-Mundo:

El hombre inventó el holocausto,

porque no soportaba morir solo.

Dijo: sobrevendrán tectónicos movimientos

que abrirán en mi vientre hambrientas

bocas que sólo comen hombres distraídos

en el acto de amar desesperadamente

su propio corazón.

Dijo: La lava abandonará los volcanes,

y lamerá, roja lengua de fuego

mi telúrico vientre.

De su fecundo recuerdo,

me nacerán vegetales hijos por doquier,

habrá , no obstante, algunas inevitables pérdidas humanas.

Dijo: Huracanes con sugerentes

nombres de mujer arremeterán

contra mis masculinas costas del Pacífico,

del Índico y Atlántico,

y provocarán en su seno atroces marenoches,

desconsolado llanto de todo lo que cae,

levantarán a las casas por los precarios pies,

y a los hombres por su

hombría toda, desvaneciéndose.

-Muerte:

Son capaces de todo por burlarme,

y yo los amo en su insistencia ,

en su perseverancia.

¿No se darán cuenta de las veces que he salvado su vida?.

¿No tienen ojos huecos para ver

que he detenido la ansiedad

de tus bocas con un beso?,

apaciguado la pasión de tus fuegos

con el sacrificio de mi nombre,

desviado el curso de tus vientos femeninos

con mi cuerpo alzándose como un escudo heroico

-Mundo:

Construyen día a día su final,

están llenos de robóticas esperanzas,

de fallidos intentos de romper sus cadenas,

de ridículos actos de desesperación.

Pero yo también los amo,

son nuestros hijos,

y si la sangre valiera algo...

los amaría como una madreama a sus hijos.

Dijeron :

Ya nunca más un hombre se enamorará de una mujer,

ya nadie hará el amor.

Nadie querrá ser el padre de nada,

y las madres abrazarán a sus hijos hasta exterminarlos.

Ningún hombre escribirá

nada que le sirva a otro hombre,

es decir: ningún hombre escribirá.

¡Cómo se equivocaron!

-Muerte y Mundo al unísono:

No se puede acabar con los hombres,

han aprendido a escribir,

han aprendido a poner sus manos

en el mundo.

No se puede acabar con los hombres,

han aprendido a taracear papeles

con sus sueños, sus quimeras

y sus cavilaciones de altos vuelos.

Amaron una vez,
ya no podrán dejar de amar.

Y algunos no le temen ni a la muerte.
Alejandra Menassa

lunes, 12 de enero de 2009

150.000.000 (fragmento)

Cuadro: Miguel Menassa. De la mano del amor.

150.000.000 es el nombre del autor de este poema
Su ritmo es la bala
Su rima el fuego saltando de edificio en edificio.
150.000.000
Esta edición fue impresa con la rotativa de los pasos,
En el papel vitela del adoquinado.
¿Quién interrogará a la luna?
¿Quién cuentas pedirá al sol?
¿Qué tenéis que decir de los días y las noches?
¿Quién se atrevería a afirmar: este es el autor más genial de la tierra?
Así
este poema
no tiene
a nadie por autor.
Y la única idea es
Brillar para el alba que se acerca…..

…A vosotros, venidos del tiempo pasado
durante años hambrientos,
que clamáis hoy un nuevo paraíso,
a vosotros,
que durante milenios habéis pedido
de cantar,
de beber,
de comer.
A vosotros, mujeres,
nacidas para los pliegues de armiño
en vuestros hombros,
el cuerpo adornado de andrajos,
dejadas por muertas
a la espera del pan
en interminables colas.
A vosotros,
legiones de niños de blando esqueleto,
multitudes de jóvenes retorcidos por el hambre,
a los que han vivido hasta aquí
y a los que no aguantaron.
A vosotros,
Animales.
que olvidáis la avena comida por el hombre,
trabajando, llevando a alguien, algo
hasta que bajo el látigo caíais para siempre.
Para vosotros, fusilados en las barricadas del espíritu,
para que hoy se cante estos días,
que atrapabais el futuro con oído codicioso,
pintores,
cantantes,
poetas.
Para vosotros que
Llenos de humo, infestados,
con vuestra vida pendiente de un hilo,
trabajabais a pesar de todo,
obrabais a pesar de todo.
Para vosotros, palabras de gloria inmarcesible,
floreciendo cada año, nunca se marchitarán.
Para vosotros, martirizados por nosotros, gloria,
Millones de Ivanes vivos,
hechos de ladrillos,
y para todos los demás Ivanes.
El desfile universal se dispersaba, ordenado,
la desgracia pasada no enfurece el corazón.
Los años
Habían orquestado la tristeza de la calma,
y lanzado un canto que planease en el aire.
Todavía zumba el eco de las voces
que hablan de muertos,
de recuerdos eternos.
Y ya
los hombres,
por el barniz de las calles,

llevan delante de sí el instante coloreado de alegría.
Y caminan,
floridos, universales, sementera y labor.
¡Para vosotros es la sangrante Ilíada de las revoluciones!
¡Para vosotros la Odisea de los años del hambre!


Vladimir Maiakovski

martes, 6 de enero de 2009

CARILDA OLIVER LABRA. CUENTO. RECITA ALEJANDRA MENASSA

Yo era débil,
rubia, poetisa, bien casada.
Tenía deudas
y una salud de panetela blanca
Hicimos una casa pobremente,
muchas ventanas:
para enseñar nuestros besos a las nubes,
para que el sol entrara.
La casa era tan bella
que tú nunca dormías.
Ya no eras abogado ni poliomielítico
ni nada.
Nunca dije:
¿cuándo vas a poner esa demanda?
porque yo tampoco
cocinaba.
Fueron días
como no quedan otros en las ramas.
Yo me empeñaba en sembrar algo en el patio:
tus gatos lo orinaban,
pero era tan feliz que no podía
decir malas palabras.
Ay, una tarde…
(Septiembre tomó parte en la desgracia),
Ay, una tarde
(Dios estaría sacando crucigramas);
ay, una tarde
pusiste tantas piedras en mi saya
que desde entonces
ando inventándome la cara.
El cuchillo
tenía la forma de tu alma;
yo quería ser otra, hablar las estrellas
(sobraron noche y cama).
Yo me empeñaba en sembrar algo en tu pecho:
tus gatos lo orinaban,
y era tan infeliz que no podía
decir buenas palabras.
Tarde en otoño.
Miré las sábanas amargas,
el jarro de la leche,
las cortinas,
y el crepúsculo me convirtió en su mancha.
(Yo era un clavel podrido de repente,
un canario botado).
Con empujones que lo gris me daba,
entre temblores,
volví a la falda
de mi madre.
Pasaron tantas cosas
mientras yo me bebía la soledad a cucharadas…
Un viernes
-un viernes en que tu olvido me enterraba-
llegué a la esquina
de la casa
Estaba allí como una tumba diferente,
se veía otra luz por las ventanas.
Tuve miedo de odiar…
(Ya era hasta mala).
Pasaron tantas cosas;
el tiempo fue cosiendo mi mirada.
Ahora no pueden asustarme con los truenos
porque la luz me alza.
Ahora no pueden confundirme con un libro.
Soy la palabra recobrada.
¡Ríanse,
agujas que en mi carne se desmandan;
ríanse,
arañas que me tejen la mortaja;
ríanse,
que a mí, también, carajo, me da gracia!

Puede escuchar el poema recitado por Alejandra Menassa en el siguiente video:




viernes, 2 de enero de 2009

¿POR QUÉ HABLA TAN ALTO EL ESPAÑOL? LEÓN FELIPE RECITADO POR ALEJANDRA MENASSA

Este tono levantado del español es un defecto, viejo ya, de raza. Viejo e incurable. Es una enfermedad crónica.

Tenemos los españoles la garganta destemplada y en carne viva. Hablamos a grito herido y estamos desentonados para siempre, para siempre porqué tres veces, tres veces, tres veces tuvimos que desgañitarnos en la historia hasta desgarrarnos la laringe.

La primera fue cuando descubrimos este continente, y fue necesario que gritásemos sin ninguna medida: ¡Tierra¡ ¡Tierra¡ ¡Tierra! Había que gritar esta palabra para que sonase más que el mar y llegase hasta oídos de los hombres que se habían quedado en la otra orilla. Acabábamos de descubrir un mundo nuevo, un mundo de otras dimensiones al que cinco siglos más tarde, en el gran naufragio de Europa, tenía que agarrarse la esperanza del hombre. ¡Había motivos para hablar alto¡ ¡Había motivos para gritar¡

La segunda fue cuando salió por el mundo, grotescamente vestido con una lanza rota y una visera de papel aquel estrafalario fantasma de la Mancha, lanzando al viento desaforadamente esta palabra de luz olvidada por los hombres:¡justicia¡ ¡justicia¡ ¡justicia¡...!También había motivos para gritar¡ ¡También había motivos para hablar alto¡

El otro grito es más reciente. Yo estuve en el coro. Aún tengo la voz parda de la ronquera. Fue el que dimos sobre la colina de Madrid, en el año de 1936, para prevenir a la majada, para soliviantar a los cabreros, para despertar al mundo: ¡eh¡ ¡que viene el lobo¡ ¡que viene el lobo¡...!que viene el lobo¡

El que dijo tierra y el que dijo justicia es el mismo español que gritaba hace 6 años nada más, desde la colina de Madrid, a los pastores: ¡eh¡ ¡que viene el lobo¡

Nadie le oyó. Los viejos rabadanes del mundo que escriben la historia a su capricho, cerraron todos los postigos, se hicieron los sordos, se taparon los oídos con cemento, y todavía ahora no hacen más que preguntar como los pedantes: ¿Pero por qué habla tan alto el español?

Sin embargo, el español no habla alto. Ya lo he dicho. Lo volveré a repetir: el español habla desde el nivel exacto del hombre, y el que piense que habla demasiado alto es porqué escucha desde el fondo de un pozo.



León Felipe

jueves, 1 de enero de 2009

PARA HACER UN TALISMÁN. OLGA OROZCO. RECITA ALEJANDRA MENASSA


Se necesita sólo tu corazón
hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios.
Un corazón apenas, como un crisol de brasas para la idolatría.
Nada más que un indefenso corazón enamorado.
Déjalo a la intemperie,
donde la hierba aúlle sus endechas de nodriza loca y no pueda dormir,
donde el viento y la lluvia dejen caer su látigo en un golpe de azul escalofrío
sin convertirlo en mármol y sin partirlo en dos,
donde la oscuridad abra sus madrigueras a todas las jaurías y no logre olvidar.
Arrójalo después desde lo alto de su amor al hervidero de la bruma.
Ponlo luego a secar en el sordo regazo de la piedra,
y escarba, escarba en él con una aguja fría hasta arrancar el último grano de esperanza.
Deja que lo sofoquen las fiebres y la ortiga,
que lo sacuda el trote ritual de la alimaña,
que lo envuelva la injuria hecha con los jirones de sus antiguas glorias.
Y cuando un día un año lo aprisione con la garra de un siglo, antes que sea tarde,
antes que se convierta en momia deslumbrante,
abre de par en par y una por una todas sus heridas:
que las exhiba al sol de la piedad, lo mismo que el mendigo,
que plaña su delirio en el desierto,
hasta que sólo el eco de un nombre crezca en él con la furia del hambre:
un incesante golpe de cuchara contra el plato vacío.

Si sobrevive aún, si ha llegado hasta aquí hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios;
he ahí un talismán más inflexible que la ley, más fuerte que las armas y el mal del enemigo.
Guárdalo en la vigilia de tu pecho igual que a un centinela.
Pero vela con él.
Puede crecer en ti como la mordedura de la lepra; puede ser tu verdugo.
¡El inocente monstruo, el insaciable comensal de tu muerte!